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Almorzando en Whopper Bar

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La siguiente historia es una de las grandes razones por las que el país no avanza.

Como muchos sabrán, detesto la comida rápida; suele ser mala, aburrida, repetitiva, e incluso lenta; eso es en otros países donde verdaderamente es “rápida”. Sin embargo, hay un sitio que considero una pequeña excepción: Whopper Bar. Es una especie de Burger King boliburgués, que solamente hay en el C.C. Sambil y C.C. Metrópolis, ambos en Valencia; esto me parece muy bien, considerando que hay menos de diez a nivel mundial, y además venden cerveza. Me imagino yo, que en los que están fuera del país, la atención debe ser de lujo, ya que aparte de ser un lugar cariñosito, el eslogan es algo como “una experiencia gastronómica premium a la parrilla”. Aunque no existe “combo del día” ni nada de eso, de poder comer allí alguna vez, se los recomiendo plenamente. Ok, vamos a la historia:

Llegamos al mediodía, luego de una mañana de universidad y con hambre. Éramos cinco en total, aunque tres se adelantaron con su pedido y quedamos @dferreirap y yo, estudiando el menú, porque en verdad es medio complejo. La chica nos recibió de maravilla; nos dio los buenos mediodías, nos preguntó en qué nos podía ayudar, qué íbamos a querer; todo de manera muy simpática al principio. Yo ni recuerdo cómo se llama la hamburguesa que pedimos (creo que XT 4 quesos); sé que aparte de lo básico, llevaba champiñones, queso mozarella, otros quesos ahí, una carne de un poco más de 200 gr, y un poco de cosas más (una exageración de hamburguesa). El combo costaba Bs. 62, según la pantalla, pero la chica nos dice que “son 68 bolívares cada uno”. ¿Cómo? ¿Y por qué?

La chica: Lo que pasa es que ahorita no tenemos combo mediano, sólo grande y gigante.

En este momento comprendimos que estábamos en un Whopper Bar Made in Venezuela; sin embargo, una cadena de tal prestigio no podía hacernos eso, o al menos no lo íbamos a permitir.

Daniel: Pues eso no es mi problema, yo lo quiero mediano.
Yo: Sí chama, yo también pues.
La chica: ¿Y cómo creen ustedes que les voy a dar mediano? Si tengo es puro grande.
Daniel: Sencillo, llenas las papas fritas hasta la mitad, y ya está.
Yo: Y aparte, con la bebida no importa porque hay refill.
La chica: Mmm… es que no se puede, está prohibido, son órdenes.
Daniel: ¿Órdenes de quién?
La chica: Órdenes pues, órdenes.
Yo: Pero bueno, llámanos al que dio la órden, y hablamos con él.

La chica comenzó a titubear; ya no era esa muchacha amable que nos había recibido.

Yo: ¡Chama! Ven acá un momento (llamé a una de las chicas que trabajan preparando las hamburguesas).
La otra chica: ¿Sí? ¿Dígame?
Yo: ella no nos quiere vender el combo mediano, y queremos es mediano.
La otra chica: ah, es que seguro se acabaron los vasos pequeños.
Daniel: ¿Van a seguir? Ustedes están en la obligación de tener lo que ofrecen en la pantalla, ¿no se los dijo el INDEPABIS?
La chama: ¡Ay, no! Chama, ¿ves por qué no me gusta estar en caja? Quédate aquí y yo me voy para allá atrás.
La otra chama: ja ja (se hizo la loca y se fue).
Yo: aja, bueno, véndenos el combo mediano, hay hambre en el penal.
La chama: ¡Siguiente por acá, por favor! (comenzó a intentar ignorarnos).
Daniel: mira, ¿tú sabías que una cadena de índole internacional tiene como misión satisfacer al cliente? ¿Has escuchado que el cliente tiene la razón? Si tú nos tratas así de mal, no volveremos y será un cliente menos, además de mala fama para el lugar; en cambio, si nos dices algo como “señores clientes, en estos momentos no tenemos ni vasos ni envases medianos, pero no se preocupen, como nos interesa que vengan a gastar su plata aquí con nosotros y no en otro lado, les daremos un combo grande, que no representa ninguna pérdida para nosotros y sigue habiendo mucha ganancia, pero igual les cobraremos el costo del mediano”, te ganas a ese cliente para toda la vida.
La chama: yo no los estoy tratando mal.
Yo: ¿Eso fue lo único que alcanzaste a escuchar?
La chama: ¡Siguiente por acá, por favorrrrr!
Daniel: ponte en mi lugar, ¿qué harías tú si fueses la cliente?
La chama: pago los doce bolívares, y no paso pena en frente de la gente.
Yo: y también te dejas joder por el restaurante; por eso es que el país no avanza.
La chama: ¡A pues! ¿Por doce bolívares? Yo los pagaría sin problema.
Daniel: ¿Pero por qué? Si no me sale del forro, no hay necesidad, allí dice 62 bolívares y lo queremos mediano.
La chica: yo soy cajera, no estoy para estar conversando.
Yo: es que sólo te estamos explicando algo, tú te puedes quedar calladita si quieres, hasta más bonita te ves.

Para este momento, teníamos encima a todas las demás cajeras, ya que a la chica parece que le iba a dar un infarto en algún momento; respiraba aceleradamente. Para colmo, a los demás clientes que iban llegando, les decíamos que exigieran su combo mediano, ya que no era obligatorio pagar el grande. El caos.

Daniel: mira, marca en la computadora el combo como mediano, sirves los grandes, y listo, problema resuelto.
La chica: no puedo hacer eso.
Yo: ¿Y por qué pues?
La chica: porque entonces capaz me cobran los doce bolívares a mí.

¡Ajáaaaa! Contradicción. ¿No había dicho ella que no le importaba pagar doce bolívares de más antes que pasar pena frente a unos extraños? ¿Que no le dolían y que era algo que ella ya hubiese hecho?

Yo: ¿No es que no te duele pagar doce bolos?

La chica se quedó colgada, así como los pantallazos azules o cuando hay Game Over en un videojuego.

La chica: ehhhh, esteee, ehmmm... ¡Yuliiiii!, ven acá (creo que así se llamaba la chica a la que llamó; una muy amable que era como la encargada, o gerente, o algo así).

La encargada/gerente/Yuli: ¿Qué pasó?
La chica: ellos quieren combo mediano, pero sólo hay grande y gigante.
La encargada/gerente/Yuli: ¿Y cuál es el problema?
La chica: Bueno, que no hay vasos pequeños, y las papas, y, y, y,..
Daniel: señora jefa, por favor, tenemos hambre pero podemos aguantar un rato más. ¿Prefiere perder un cliente o tratarlo bien y ganárselo para siempre?
Yo: sí señora jefa, ande, ande.
La encargada/gerente/Yuli: claro vale, tienen razón, dales el combo gigante y cóbrales mediano.
La chica: ¡¿Qué?! ¿Segura?

Tuvimos que esperar como cinco minutos porque habían montado carne nueva, pero mientras, aprovechamos para sacarnos fotos con las “amables” cajeras; la primera, es “la chica”:

Y esta que sigue, es la otra cajera que estaba preparando hamburguesas atrás:

whopper1

Sí, es difícil notar el odio en sus rostros para con nosotros; de todas maneras, en esos cinco minutos de espera, las seguimos ladillando hasta el cansancio, pa’ que fueran serias, ¿ve?

Le preguntamos a la chama: ¿No era mucho más fácil darnos el combo grande y cobrar el mediano desde un principio? Hubiésemos quedado fascinados, ¡pero no! Tenías que ponerte intensa con estos consumidores inofensivos. Finalmente, nos hicieron entrega oficial de los vasos tamaño grande, lo cual corroboraba oficialmente nuestro gran triunfo ante estos imperialistas.

whopper2

Por si no fuera suficiente, luego de haber dado ese pequeño paso para el hombre pero grande para la nación, y ansiosos con ganas de más, logramos otro acometido de manera exitosa y gloriosa: conseguir la salsa barbikiú totalmente gratis, ahorrándonos otros tres bolívares. Curiosamente, la chica a la cual se la pedimos, la cajera morenita, primero nos dijo “son tres bolívares”, y sin nosotros abrir la boca, ella misma dijo “ay no, déjenlo así, ya se las traigo”.

whopper3

Por su parte, siempre seremos recordados (y odiados) por el personal de Whopper Bar Sambil (espero no hayan escupido nuestras hamburguesas, aunque igual estaban muy buenas); sin embargo, ese día decidimos asumir el riesgo y tomamos el sacrificio necesario para llevar un mensaje mucho más importante al mundo: la importancia de exigir, de ponerse ladilla el tiempo que sea necesario, sobretodo cuando estás pagando y la cosa no es regalada, ya que son estas la aptitudes necesarias para sacar al país del hueco en que se encuentra metido (uno parecido al de los mineros). Aunque los otros tres acompañantes que andaban con nosotros decidieron sentarse un poquito alejados, de espalda, y asegurando “no conocernos”, los perdonamos porque algún día ellos comprenderán la importancia de un acto tan sublime como el que se vivió en aquella feria de comida.

whopper4

Para cerrar, cabe destacar que Daniel, igual me supo joder; yo pagué con setenta bolos en efectivo, que él agarró y pagó todo con la tarjeta; a la fecha, sigo esperando mis ocho bolívares del vuelto. ¡Pero no importa! El mensaje trasciende mucho más allá de ese vuelto que apenas alcanza para una barquilla en McDonalds y darle propina al que te cuida el carro; así que seguiremos luchando.


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